Llevábamos un par
de meses preparando el viaje de verano, el destino elegido eran los
Pirineos en ambas vertientes, pero una información aparecida en
internet de ésas que comienzan: Las 10 mejores ..... que deberías
conocer, en este caso dedicado a
10 ciudades europeas de tamaño medio nos hizo dar un cambio radical
y de las 10 propuestas elegimos solo dos de las que no conocíamos
(Nantes y Hamburgo).
En una tarde de
inspiración trazamos las líneas maestras de la ruta: Nantes,
Amsterdam, Hamburgo, Münster y Düsseldorf. Ya teníamos el boceto,
poco a poco fuimos completando el proyecto. El resultado final se
alejó mucho de nuestra costumbre de realizar viajes monográficos,
en esta ocasión era un viaje con destinos en distintos países
Llegó el 18 de
junio y nos pusimos en marcha a media mañana, llegaba la hora de
comer y pensamos que deberíamos hacerlo bien por si acaso por esos
mundos norteños no conseguíamos hacerlo.
Paramos en el Lys de Lerma, ya conocido de otras veces, y comimos unas magníficas chuletillas de lechal.
Paramos en el Lys de Lerma, ya conocido de otras veces, y comimos unas magníficas chuletillas de lechal.
Retomamos la ruta y
paramos un rato en una gasolinera de Mondragón para ver unas series
en la tele, novelitas que seguimos desde hace años, mientras las
veíamos llovió un buen rato. Llenamos el depósito de gas-oil, a
1,26€, antes de cruzar la frontera. Una vez en Francia nos
encontramos con los múltiples y caros peajes, las obras en la
autopista y el gas-oil a ¡1,62!. Según lo previsto abandonamos la
autopista en Capbreton, al acercarnos a las garitas del peaje
recordamos que siempre nos habían vacilado, si nosotros saludábamos
con "bon soir" nos respondían con "bon jour" y
viceversa. ¿Qué pasaría esta vez?. Gran decepción, ya no hay
trabajadores en las garitas, están automatizadas. Llegamos al área
de autocaravanas, y una vez instalados, subimos la pequeña cuesta
que lleva al mirador sobre la playa, contemplamos un rato la
inmensidad del océano
y nos retiramos a "casa"; cena, tele y a dormir.
y nos retiramos a "casa"; cena, tele y a dormir.
El 19 de junio
amaneció soleado. Carretera y manta, peajes, largo camino más de
500km. Atravesar Francia es largo, pero en general cómodo por las
autopistas. Según nos acercamos a Nantes vimos grandes atascos,
afortunadamente en sentido contrario. Habíamos elegido el camping
para parar, estaba lleno, reservé una plaza para los dos siguientes
días. Buscamos en los alrededores y encontramos un buen aparcamiento
en la zona de la universidad (una de nuestras especialidades a la
hora de elegir sitio para pernoctar) a escasos 100mts. de la parada
de tranvía. Salimos a dar un paseo y estirar las piernas por un gran
parque y volvimos a "casa". La noche fue tranquila.
A
día siguiente tomamos el tranvía, nos bajamos en el centro y nos
pusimos a buscar la oficina de turismo, sufrimos la primera de las
muchas pruebas de los fallos que genera el Google-maps en las
distancias cortas a pie, especialmente en los arranques. En turismo
nos dieron una buena información en castellano y nos dispusimos a
"conocer" Nantes la jolie.
Bordeando el foso del castillo salimos a un amplio espacio público,
llamado espejo de agua, un suelo pulido del que salían multitud de
chorritos de agua, que aprovechaban niños y mayores para jugar y
refrescarse.
Nos acercamos a ver la bella torre modernista de la antigua fábrica de galletas LU.
Bordeamos el castillo y penetramos en el patio, después recorrimos el camino de ronda.
Nos acercamos a ver la bella torre modernista de la antigua fábrica de galletas LU.
Bordeamos el castillo y penetramos en el patio, después recorrimos el camino de ronda.
El calor apretaba
bastante y buscando las sombras llegamos hasta la catedral, después
de visitarla buscamos sitio para comer, elegimos una terrazita con
sombra por el menú que mostraba en su pizarra: Gazpacho andaluz y
filete de cerdo a la milanesa, grandes falsedades ambos platos, el
gazpacho llevaba trozos de queso y picaba a rabiar, la milanesa en
lugar de cerdo empanado era una especie de ragú de trozos de carne
dura y seca.
Buscando las sombras
llegamos hasta el pasaje Pommeraye, unas hermosas galerías cubiertas
de finales del XIX, de tres plantas con acceso a cuatro calles.
De allí nos
dirigimos al famoso café La Cigale, de finales del XIX, art-nouveau
exuberante.
Nos tomamos un refrescante té verde frío, tan rico estaba que a lo largo del viaje nos aficionamos a tomarnos uno en alguna terraza a media tarde, desgraciadamente ninguno de los que nos sirvieron se parecía al de La Cigale.
Nos tomamos un refrescante té verde frío, tan rico estaba que a lo largo del viaje nos aficionamos a tomarnos uno en alguna terraza a media tarde, desgraciadamente ninguno de los que nos sirvieron se parecía al de La Cigale.
De allí bajamos a
la orilla del Loira, recorrimos el memorial de la abolición de la
esclavitud. Nantes fue el principal puerto de partida de los barcos
de esclavos traídos de África y con destino a América. Tocaba
regresar a la auto para luego dirigirnos al camping. Buscamos la
parada del tranvía, junto a ella vimos un gran velero con una enorme
bandera española, era una reproducción de la Nao Victoria atracada
en la orilla, una inmensa cola de personas aguardaba turno para
visitarla. El tranvía llegó atestado de gente, dejamos pasar un par
de ellos, pero en el tercero decimos subirnos pues comprobamos que
esperar más sería inútil, todos venían abarrotados.
Recogimos la auto y
nos dirigimos al camping, nos dieron una plaza muy sombreada, tanto
que la antena parabólica no fue capaz de encontrar el satélite
Hispasat, y se produjo algún desajuste que nos impidió ver la tele
en el resto del viaje.
El día 21 nos
fuimos temprano en el tranvía, visitamos una bella iglesia
neo-gótica, tiene unas espectaculares vidrieras y unas gárgolas
llamativas.
Cerca de la iglesia está el mercado de Talensac,
allí hicimos compra de productos frescos y volvimos al camping a
prepararnos una rica comida (a horario francés) no estábamos
dispuestos a otra decepción como la del día anterior.
Después de descansar un rato volvimos a tomar el tranvía con destino a la isla de las máquinas. A priori éste era el destino estrella de Nantes, lo que habíamos leído resultaba muy atractivo (un gran elefante mecánico que transporta personas, un carrusel de los mundos marinos, una garza de 8 mts. que sobrevuela por una nave, una hormiga gigante.....)
Resultó decepcionante, el carrusel no funcionaba ese día, para montar en el elefante había que hacer colas inmensas, la garza ya había volado.... y sobre todo faltaba información de cómo ver y acceder a las máquinas.
Después de descansar un rato volvimos a tomar el tranvía con destino a la isla de las máquinas. A priori éste era el destino estrella de Nantes, lo que habíamos leído resultaba muy atractivo (un gran elefante mecánico que transporta personas, un carrusel de los mundos marinos, una garza de 8 mts. que sobrevuela por una nave, una hormiga gigante.....)
Resultó decepcionante, el carrusel no funcionaba ese día, para montar en el elefante había que hacer colas inmensas, la garza ya había volado.... y sobre todo faltaba información de cómo ver y acceder a las máquinas.
Nos quedaba subir a
la torre Bretaña, un rascacielos de 144 metros con una terraza
panorámica de 360º en la planta 32. Nos pedimos unos mojitos y
salimos a ver el panorama, realmente espléndido, soplaba bastante
viento, pero encontramos un rincón muy protegido y allí estuvimos
un buen rato disfrutando de nuestro últimos momentos en la ciudad.
En el regreso al camping volvimos a comprobar que el tranvía a esas
horas va siempre abarrotado.
El día 22
abandonamos el camping, antes de coger la autopista llenamos el
depósito de gas-oil a 1,42€, precio 20cts. Más barato que el de
las autopistas. El destino era Boulogne sur mer, la etapa más larga
del viaje 570km. Soplaba bastante viento, el viaje resultó cómodo
salvo por un error de Alicia (nuestra GPS) que nos hizo atravesar
Rouen, la travesía estaba llena de obras y los consiguientes atascos
(bouchons) la gracia de Alicia nos supuso un retraso de una
hora.
Antes de llegar a
Boulogne volvimos a ver el mar, el canal de la Mancha. Una vez
instalados en el aparcamiento de Boulogne dimos un largo paseo hasta
la playa siempre aventada, además según múltiples carteles que hay
en la misma el baño está prohibido desde el mes de Mayo porque hay
agujeros en formación. Como para irse unos días de vacaciones a esa
playa. Bordeamos Naussica, un centro acuático con múltiples
actividades, a través de unas enormes cristaleras vimos unas cuantas
focas. Desde la playa se divisa a lo lejos un faro en un islote que
es el más próximo a Gran Bretaña.
Nos encontramos con
una estatua del General San Martín, que según cuenta la placa
explicativa murió exiliado aquí. Boulogne nos dio la impresión de
ser una ciudad balneario que tuvo su esplendor a principios del siglo
XX, hoy venida a menos, se ven muchos edificios decrépitos. Conoció
tiempos mucho mejores. Antes de regresar a casa nos sentamos en una
terraza al sol protegidos por una mamparas del fuerte viento, nos
tomamos unas ricas cervezas y ¡nos pusieron un cuenco con frutos
secos!.
La televisión
definitivamente estaba caput, gracias a la desaparición del roaming
pudimos seguir viendo series conectando el portátil con el teléfono.
El día 23 sería un
día internacional, amanecimos en Francia, atravesamos Bélgica y
llegamos a Holanda. Antes de iniciar el camino hicimos compra en un
Leclerq, por cierto el único establecimiento en todo el viaje en el
que encontramos Danacol. ¿Porqué Danone no vende este producto,
supuestamente efectivo para reducir el colesterol en esos países?.
Volvimos a llenar el depósito de gasoil a 1,41 y emprendimos la
ruta, al principio se circula en paralelo a la costa y como estaba
soleado y despejado se veía hacia el oeste la costa de Gran Bretaña.
La circulación era intensa. Entramos en Bélgica y el límite de
velocidad volvió a los 120 km/h como en España. Circular por
Bélgica es cómodo, la mayoría de los conductores se comportan como
los alemanes, pones el intermitente y te dejan salir, nada que ver
con los españoles, franceses u holandeses que ante situaciones
semejantes suelen acelerar. Nos llamó la atención la cantidad de
camiones polacos que desde España no dejábamos de ver en todas las
carreteras y no nos abandonaron durante el resto del viaje ¿Cuantos
miles de camiones polacos hay circulando por Europa?. De ninguna otra
nacionalidad hemos visto tantos ni de lejos.
Atravesamos Bélgica,
Le plat pays como cantaba Jacques Brel en la canción que
ocupó mi mente durante la travesía y entramos en Holanda, el límite
de velocidad volvió a los 130km/h. La primera visita que queríamos
hacer era a los molinos de Kinderdijk, el aparcamiento del que
llevábamos referencia estaba a unos dos Kilómetros, iniciamos el
camino a pie pero enseguida nos dimos cuenta que era una locura ir y
volver andando por la carretera, intentamos aparcar junto al centro
de interpretación en vano, así que renunciamos a verlos hasta que
en el camino de regreso vimos un hueco en la cuneta de la carretera y
probamos suerte, no pudo ser más afortunada la decisión, a escasos
metros salía una pequeña carretera que nos acercaba a los molinos.
Conseguimos ver de cerca cinco o seis y hacer unas bonitas.
A poco más de 20
kms. Estaba Rotterdam y nos instalamos en el camping, de los de tipo
"casero" sin delimitar las parcelas y con bastante
ocupación, con la chica de recepción me entendía bastante mal, al
final ella optó por escribir sus respuestas-informaciones en
holandés en la pantalla de su pc y darle al traductor en castellano.
Para informaciones posteriores tuve la suerte de dar con un muchacho
muy simpático y cuyo inglés me resultaba mucho más comprensible.
Una vez instalados nos dimos un paseo hasta la parada del autobús
que deberíamos coger al día siguiente para ir a la ciudad. La señal
wifi del camping era bastante buena.
Rotterdam no estaba
incluida en el plan inicial de viaje, pero yo se la sugerí a Tere y
enseguida se enamoró de la ciudad y montó un plan de
visita magnífico.
Rotterdam es un
museo al aire libre de arquitectura moderna y de escultura,
generalmente de muy buen gusto, y a pesar de las alturas de los
edificios amable con el peatón. Un regalo para la vista.
El día 24 fuimos a
recepción para comprar dos pases "visite Rotterdam" de dos
días de duración que incluye transporte ilimitado durante la
validez del pase, solo tenían uno para comprar el otro teníamos que
ir a la oficina de turismo de la estación central así que allí nos
fuimos, eso sí en el autobús hubo que sacar un billete de ida a
precio de oro 3,50€. El
sistema de transporte público en Holanda es raro:
los billetes
individuales son carísimos, los válidos para un día o para varios
viajes tampoco son baratos, además cualquier título de transporte
que tenga validez para más de un viaje debe ser validado a la
entrada y a la salida, ya sea autobús, tranvía o metro. Si se
olvida hacerlo alguna vez queda invalidado.
Menos mal que el muchacho de recepción me lo explicó claramente ¡y
le entendí!. La validez de los billetes de día no son 24h. Desde el
primer uso, sino desde las 0h del día de la adquisición.
Llegamos a la
estación central, primero de los impactantes edificios modernos que
vimos. Después de una media hora de espera nos atendieron en
perfecto castellano, compramos el pase que nos faltaba y nos
dispusimos a recorrer Rotterdam.
Nada
más salir de la estación nuestros ojos comenzaron a disfrutar de
formas, colores y materiales de los vanguardistas y atrevidos
edificios. Siguiendo más o menos el plan previsto disfrutamos de un
agradable paseo entre esas monumentales construcciones: Estación
Central, Delftse Poort, Calypso, la plaza Schouwburgplein...
De vez en cuando nos
topábamos con piedras centenarias: Ayuntamiento, sede de
Correos o la iglesia Laurenkerk. A la salida de la iglesia nos
encontrábamos en una gran explanada desde la que se divisaban otra
serie impresionante de edificios modernos: A la izquierda el colegio
universitario Erasmus y la biblioteca, de frente las casas cubo, al
fondo y aún más lejos los tirantes rojizos del puente Willemsbrug.
A la derecha
teníamos una de las joyas de la corona: El Mercado, inaugurado en
2014, tiene forma de herradura
ocupada por viviendas en el exterior, y por decenas de tiendas y puestos de alimentos en el interior. Las paredes interiores están decoradas con coloristas pinturas de todo tipo de alimentos, intercaladas por ventanas de las viviendas.
ocupada por viviendas en el exterior, y por decenas de tiendas y puestos de alimentos en el interior. Las paredes interiores están decoradas con coloristas pinturas de todo tipo de alimentos, intercaladas por ventanas de las viviendas.
Era la hora de comer
y no podíamos estar en mejor lugar, después de dar varias vueltas
por las distintas plantas y sopesar los pros y los contras de las
distintas ofertas, elegimos un italiano. Pedimos unas pizzas y el
resultado no pudo ser peor..... nos habíamos equivocado.
Salimos del mercado
en dirección a las casas cubo, sabíamos que se podía visitar una
por dentro, pero no fuimos capaces de dar con ella. Allí mismo está
el viejo puerto (Oudehaven) y el muelle de los españoles
(Spaasenkade) lleno de terrazas al sol y protegidas del viento, allí
que nos fuimos y nos sentamos a tomar un té frío, segunda decepción
del día, nada que ver con el que habíamos tomado en La Cigale de
Nantes. Pero disfrutamos del descanso y de las vistas. De repente en
el pequeño puerto, en el que hay algún que otro barco-vivienda,
apareció una extraña barca con una gran chimenea y seis pasajeros
en bañador sumergido parte de su cuerpo en agua...... era una
barca-jacuzzi, se dieron un par de vueltas riendo y consiguieron
contagiar las risas a los que estábamos sentados en las terrazas.
Caminamos hacia la
orilla del Mosa, nuevas construcciones espectaculares nos aguardaban.
El puente Willemsbrug, y en la otra orilla una impresionante skyline
con edificios de viviendas de principios del XX y detrás los
vanguardistas gigantes de cristal y acero con formas inverosímiles,
especialmente llamativo uno con forma de cuña invertida.
especialmente llamativo uno con forma de cuña invertida.
Caminando por el
paseo de las naciones llegamos hasta el otro impresionante puente el
Erasmusbrug,
lo atravesamos lentamente y dimos una vuelta por aquella orilla a la sombra de los gigantes, nos sentamos un rato a la orilla de una pequeña ensenada contemplando unas esferas de cristal que flotan en el agua rodeadas de árboles plantados en sus pequeñas balsas de colores.
lo atravesamos lentamente y dimos una vuelta por aquella orilla a la sombra de los gigantes, nos sentamos un rato a la orilla de una pequeña ensenada contemplando unas esferas de cristal que flotan en el agua rodeadas de árboles plantados en sus pequeñas balsas de colores.
Ya empezaba a
refrescar y tocaba regresar al camping, tranvía a la estación
central y luego el autobús. Este primer día en Rotterdam había
sido perfecto, salvo por el pinchazo con la comida, ciertamente valió
la pena incluir esta ciudad en el viaje.
Después del
monográfico de arquitectura moderna del día anterior el 25 decidimos dedicarlo a ver algún canal y a localizar bastantes de las
esculturas situadas en distintos lugares. Al bajar del autobús
en el estación central atravesamos un túnel por debajo de las vías
y a la salida nos encontramos con un inmenso aparcamiento de
bicicletas.
Recorrimos un par de encantadores canales.
Recorrimos un par de encantadores canales.
Ya de vuelta a la
parte moderna recorrimos las calles en busca de las esculturas.
Cogimos el metro y nos fuimos a las casas cubo, esta vez si encontramos el acceso a la que se puede visitar, es curioso vivirla por dentro, con todas sus paredes en ángulo de 45º. Nos tomamos una cervecita en una de las terrazas del muelle de los españoles y después de la mala experiencia del día anterior, decidimos regresar al camping a comer. Por la tarde fuimos hasta el Euromast, una torre de 196 mts. De altura construida entre 1958 y 1960. A los 96 mts. hay un plataforma que permite ver a vista de pájaro toda la ciudad y hasta donde alcanza la vista el inmenso puerto. Buen colofón a la visita de esta impresionante y recomendable ciudad.
Cogimos el metro y nos fuimos a las casas cubo, esta vez si encontramos el acceso a la que se puede visitar, es curioso vivirla por dentro, con todas sus paredes en ángulo de 45º. Nos tomamos una cervecita en una de las terrazas del muelle de los españoles y después de la mala experiencia del día anterior, decidimos regresar al camping a comer. Por la tarde fuimos hasta el Euromast, una torre de 196 mts. De altura construida entre 1958 y 1960. A los 96 mts. hay un plataforma que permite ver a vista de pájaro toda la ciudad y hasta donde alcanza la vista el inmenso puerto. Buen colofón a la visita de esta impresionante y recomendable ciudad.
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