domingo, 9 de septiembre de 2018

III - Regresando al sur (Münster, Düsseldorf, Maastricht...)


El lunes dos de julio fue un día de relax, lavamos y secamos ropa, limpiamos algo la auto por fuera (los tilos de Hamburgo además de su buena sombra nos dejaron una pátina grasienta en los cristales y en la carrocería). Luego caminamos hacia el lago y me dí un buen baño. A la tarde nos fuimos a un pueblo cercano e hicimos compra en un LIDL, y a la vuelta me volví a dar otro estupendo baño. Por la noche comenzamos a ver la tercera temporada de Narcos.

El día 3 limpiamos la auto por dentro y comenzamos el descenso hacia España, 2.650km habíamos hecho hasta ese momento. El destino del día era Münster, en el camino tuvimos unos cuantos staus, por la autopista circulaban cientos de camiones, uno de cada tres era polaco. ¿Qué porcentaje de la población polaca se dedicará a la conducción de camiones?. A la hora de comer paramos en un aparcamiento en línea y cuando estábamos a mitad de la comida apareció un camionero polaco pidiéndonos con muy malos modos que nos moviéramos para que pudiera aparcar junto a él un colega, se ve que querían estar juntitos. Por sus malos modales no le hicimos caso.


Llegamos a Münster con mucho calor, aparcamos al sol a la orilla de un lago y tomamos el autobús para el centro, la búsqueda de la oficina de turismo resultó laboriosa, seguimos los carteles de la calle....hasta que desaparecieron, el google maps nos dio otra muestra de su torpeza en las distancias cortas peatonales. Por fin dimos con ella y nos dieron algo de información sobre la ciudad, anduvimos deambulando por el casco viejo, muy interesante. Visitamos alguna intersante iglesia, finalmente acabamos en una zona de terrazas junto a la universidad. Cenamos una magnífica ensalada regada con una espléndida cerveza. 

Para regresar a Austral tuvimos que caminar mucho hasta la parada del bus nocturno que nos llevaba. Los autobuses diurnos dejan de circular a las nueve de la noche.

El cuatro de julio nos fuimos al inmenso mercado callejero que ponen en la plaza de la catedral, hicimos una buena compra: espárragos, setas, fruta, pan y queso Münster, que no es alemán sino de la Alsacia francesa pero lo vendían en todas partes, se ve que le tienen cariño por la coincidencia en el nombre. Y seguro que también por lo rico que está. Regresamos a la auto a dejar las compras a buen recaudo, volvimos al centro con los mismos billetes de autobús puesto que son válidos durante 90 minutos. Continuamos con la visita a los monumentos y en una de las iglesias nos llamó la atención algo poco habitual: del techo colgaban un montón de pajaritos dorados. 
Hicimos alguna compra en unos grandes almacenes aprovechando las rebajas, y comimos muy bien en el autoservicio del mismo. Buscando las sombras y esquivando las muchas bicicletas que circulan por la ciudad regresamos a casa a descansar un rato.
Volvimos a la ciudad y nos pusimos a buscar una escultura de unas cerezas gigantes que habíamos visto en una foto del folleto que nos dieron en turismo.







Queríamos rematar la visita a Münster en el Hafenviertel, antiguo barrio portuario que se está transformando con construcciones modernas y en el que hay instaladas unas cuantas terrazas, después de caminar un buen rato en balde (otra gracia del Sr.Google) dimos con él. Cientos de personas se agolpan por allí a la caída de la tarde. 
Hay un ambientazo. 
En una de las terrazas cenamos otra rica ensalada con sus consabidas cervezas, como ya eran más de las nueve tuvimos que caminar un buen rato hasta llegar a la parada del bus nocturno para regresar a casa.

A priori Münster era el destino elegido del que esperábamos menos, se trataba de elegir un punto más o menos intermedio entre Hamburgo y Düsseldorf; sin embargo superó con creces nuestras expectativas. Me resultó curioso que la mayoría de iglesias que vimos eran católicas, yo tenía el recuerdo de que esa ciudad había sido uno de los núcleos más importantes de luteranismo.

El cinco de julio cogimos dirección Düsseldorf a escasa hora y media de camino, pero el trayecto se nos hizo pesado, muchas baustelles y muchos staus. El colmo fue encontrarnos con un par de semáforos en plena autovíaPor contra, los camiones polacos menguaron mucho.

Una vez en Düsseldorf paramos en el aparcamiento de pago que teníamos previsto a orillas del Rhin con buenas vistas. Después de comer vamos caminando hacia el centro por la orilla del rio, lo primero que vemos es una iglesia sin mucho interés, a continuación topamos con una escultura en bronce que relata la historia de la ciudad desde su fundación.
Una especie de cómic en tres dimensiones que se puede tocar, interesante y curiosa.

La escultura está en una esquina de una plaza llena de terrazas, a partir de aquí unas cuantas calles peatonales ocupadas por muchas terrazas llenas de gentes muy diversas, son las cuatro de la tarde y el ambiente es impresionante. Nada que envidiar a cualquier pueblo costero de nuestra tierra. 

Al final de una de las calles peatonales nos encontramos con la Iglesia de San Andrés, el exterior no resulta llamativo, no obstante decidimos entrar y nos encontramos con una impresionante maravilla barroca.  





En varias terrazas se anuncian los menús en español, incluso una se llama CAFE MADRID (tapas bar).

Como no podía ser de otra manera terminamos sentándonos en una de las innumerables terrazas a tomarnos una magnífica cerveza tostada.
A unos cuatrocientos metros de la zona peatonal se llega a otro mundo muy diferente; parece que nos hubiéramos trasladado a la zona más elegante de París. Tiendas de todas las marcas de lujo bordean un canal con puentes y esculturas. 
El edificio de unos grandes almacenes (Kauhof) está coronado por unos frisos muy curiosos.

Frente a él encontramos el primer edificio moderno que vemos en la ciudad. 

Tomamos el tranvía y nos dirigimos hacia la Rheinturm, una torre de 168 metros de altura, con espectaculares vistas de 360º.
En el tranvía, por error, saqué billete de niño; en la torre, conscientemente, saqué billete de mayor de 65 años.....

Regresamos a la auto y nos encontramos un ambientazo de jóvenes y menos jóvenes charlando y cervezeando sentados en un largo poyete con vistas al río y a la puesta de sol.
Düsseldorf nos había impresionado con sus dispares mundos, tan cercanos y tan distintos. Aún nos quedaba algún otro por descubrir.

El seis de julio nos dispusimos a seguir descubriendo los mundos de Düsseldorf, al atravesar el parque para llegar al tranvía nos encontramos a varios grupos de personas en las praderas, vestidos con sus mejores galas y brindando con champán ¡¡a las 10 de la mañana!!.
Al otro lado de la calle está el edificio en el que se celebran las bodas civiles, y claro si la ceremonia ha sido a las 9,30 de la mañana la celebración se hace inmediatamente después. 
El tranvía nos condujo al Media Hafen, barrio de espectaculares construcciones modernas, las últimas que veríamos en el viaje. 

De allí nos fuimos a ver otro mundo muy distinto: la kiefernstrasse, una calle de poco más de cien metros en la que todos los edificios están grafiteados.





Era la hora de comer y nos dirigimos a la zona vieja, la de las infinitas terrazas, que estaba a reventar de gente y de bullicio, en la inmensa cervecería Schussel comimos, a muy buen precio, una ensalada y un codillo regados con sus correspondientes cervezas. En la mesa contigua había una familia española, de la conversación dedujimos que los padres habían ido a visitar a una hija que vivía allí. Lo cierto es que en esa zona se escuchaba hablar castellano frecuentemente.
Regresamos a descansar un rato y antes de ponernos en marcha fuimos a hacer una compra a un ALDI. Estaba en un barrio nada turístico pero las calles, las terrazas y los comercios estaban igualmente atestados de gente; incluso había grupos que estaban comiendo a las cinco y media de la tarde. Definitivamente los alemanes son bastante anárquicos en los horarios de las comidas, y los de Düsseldorf se llevan la palma.
A lo largo de la ciudad había muchos cilindros publicitarios patrocinados, casi todos, por una cervecería local,en lo alto de los mismos había diversas esculturas de personas de todo tipo y condición.
Nos marchamos de Düsseldorf con un magnífico sabor de boca, había superado todas nuestras expectativas y nos afirmaba en lo acertado de su elección. Nos íbamos siendo conscientes de habernos dejado algún otro mundo por explorar, queda para la siguiente ocasión.

A los 3.170 km de viaje dijimos adiós a Alemania, país en el que siempre nos sentimos muy a gusto. Queríamos rellenar el depósito de gasoil antes de entrar en Holanda. Confiados en que hubiera una gasolinera justo antes de la frontera dejamos pasar las anteriores y sin obras ni retenciones nos plantamos en Holanda, tampoco había gasolinera. Nos tocó pagar 20cts más por litro.
Llegamos al puerto fluvial de Maastricht y no había plazas disponibles en el área de autocaravanas. Atravesando la ciudad llegamos a otro área, muy cerca ya de la frontera belga, allí si había alguna plaza y nos instalamos. A pesar de ser de pago, el agua y la electricidad se pagan aparte (50cts. por 50 litros de agua) En Holanda se paga más por todo, incluso en las gasolineras de la autopista se pagan 50cts. por usar los servicios aunque se haya repostado carburante.

El 7 de julio nos fuimos a conocer Maastricht, el billete del autobús costó ¡¡3€!! la distancia al centro son 3km, o sea a euro el kilómetro. Vamos a la oficina de turismo, un folleto con mapa y sugerencia de recorrido 1,75€, en Holanda se paga y mucho por todo.
Visitamos alguna hermosa iglesia y las murallas.

 

Luego callejeamos más o menos siguiendo la ruta propuesta y nos asomamos al río Mosa (Maas en Holandés, el nombre de la ciudad procede del latín Mosae Trajectum (Cruce del Mosa).

En cada plaza hay terrazas abarrotadas, es una ciudad con muchísima gente en la calle. Al igual que en Münster nos sorprende que la mayoría de las iglesias son católicas.
La plaza principal (Vritjhof) está vallada porque dentro hay un gran escenario y graderías para albergar un macro espectáculo musical. En una de las terrazas que hay junto a las vallas decidimos comer, elegimos una hamburguesa recordando la de Amsterdam, nada que ver, la carne dura y seca, además resultó bastante cara. Seguimos callejeando y visitando alguna que otra iglesia (de pago) 

y acabamos sentándonos en una terraza a tomar otro decepcionante té verde. Lo último que vimos fue una antigua iglesia convertida en una inmensa librería. 

El ocho de julio iniciamos el viaje de regreso, ruta internacional, salimos de Holanda, atravesamos Bélgica y Luxemburgo y terminamos en Francia. Esta vez circulamos por la Bélgica montañosa y francófona. Los belgas en sus autopistas se comportan tan amablemente como los alemanes. Había una autovía cortada por obras (aquí sí se portó bien el Google maps) y tomamos un atajo que nos hizo circular unos 30km por una carretera de doble sentido, atravesamos un pueblo con muchas gasolineras en la mano contraria, el precio de los carburantes era estupendo 1,12€/l, el mismo que luego encontramos en Luxemburgo. Aunque se podía girar a la izquierda optamos por no hacerlo y esperar a llenar el depósito en Luxemburgo, aquí la primera gasolinera estaba atestada de vehículos, pasamos de largo, repostamos en la segunda que también tenía colas pero si no lo hacíamos aquí ya nos tocaría hacerlo en Francia a 50cts/l más caro. Después de llenar el depósito de gasoil intentamos encontrar un hueco en el aparcamiento para comer, fue imposible estaba absolutamente lleno. Terminamos comiendo en un aparcamiento ya en Francia.

A media tarde llegamos al camping Navarre en Langres, es muy sencillo con plazas sin delimitar, el hombre que me atendió en la recepción era muy amable y me entendí muy bien con él en francés. Nos ofreció un par de plazas que no nos convencían mucho, le sugerimos otra que tenía sombra, como estaba bastante cerca de una caravana holandesa habló con ellos para ver si no les importaba que colocáramos a su lado, no pusieron ninguna pega y durante el tiempo que estuvimos allí fueron muy amables y mantuvimos una cordial relación con ellos, a pesar de las dificultades idiomáticas.
Salimos a dar una vuelta por el pueblo y recorrimos toda la muralla que lo rodea siguiendo el camino de ronda y disfrutando de unas preciosas vistas.




El día nueve recorrimos el interior del pueblo, al ser lunes nos encontramos muchos comercios y monumentos cerrados, solamente pudimos ver la bella catedral 


y alguna hermosa fachada renacentista. 

El pueblo parecía desierto, nada que ver con las bulliciosas poblaciones holandesas y alemanas que habíamos visitado. Regresamos a la auto, comimos sobre las dos e intentamos dormir un rato de siesta, imposible, a esa hora se pusieron a podar unos árboles y unos setos haciendo un ruido atronador. ¡Francia y sus horarios!.

A partir del día 10 carretera y más carretera. El objetivo era llegar hasta Almería para ver nuestros nietos. Hicimos cuatro etapas con un día de descanso playero en cada una y por fin el domingo día 15 por la tarde llegamos a Almería.

Casi un mes de viaje, casi 7.000km de recorrido, cinco países y muchas buenas experiencias.

lunes, 3 de septiembre de 2018

II - Adiós espinita adiós (Amsterdam y Hamburgo)

El día 26 pusimos rumbo al camping Gaasperplass de Amsterdam, del que hace 12 años tuvimos que salir corriendo por que nos avisaron del agravamiento de la enfermedad de un familiar. Amsterdam era una espinita que teníamos clavada desde entonces y había llegado el momento de sacárnosla y rematar la visita a esta singular ciudad. El camping también es singular, por ejemplo a pesar de no ser barato, el agua caliente de las duchas se paga aparte y te alquilan por ¡¡30€!! una llave magnética para entrar y salir del camping con el vehículo, eso sí al acabar la estancia te los devuelven. Por lo demás está bien equipado, es tranquilo y la wifi es estupenda.
Después de comer tomamos el cercanías y en algo menos de media hora estábamos en la Estación Central, caminamos hacia la plaza Damm, mucho calor, muchísima gente. Compramos una botellita de agua por 2,50€, la plaza atestada de gente como siempre. 
Al contrario que en Rotterdam en Amsterdam no teníamos un plan de visita, los monumentos ya los habíamos visitado hacía 12 años, así que nos dedicamos al callejeo, bueno será mejor decir el canaleo pues fuimos atravesando y bordeando canales sin rumbo fijo buscando siempre las miniaceras sombreadas y con cien ojos a las miles de bicicletas que circulan por todos lados, llega a ser agobiante tanta bici. Recuerdo haber comprado una postal en mi primera visita a la ciudad, allá por el 1990, una postal que decía en inglés: He visitado Amsterdam y he sobrevivido a las bicicletas.
Hicimos alguna compra original en una tienda de objetos curiosos de todo tipo, como se acercaba mi cumpleaños Tere me regaló este ciervo, que acabo de montar. 

Terminamos la tarde tomando unas cervezas con una bolsa de chips de banana, en la terraza Waterkant, a orillas de un canal. El lugar está atestado de gentes de todo tipo, muy ambientado y recomendable. Se escucha hablar en muchos idiomas, nosotros compartimos mesa con unos griegos.
Tomamos el tranvía a la estación y luego el cercanías al camping. Muy agradable esa primera tarde de reencuentro con Amsterdam. ¡Que diferentes son Rotterdam y Amsterdam! Ambas ejemplo de urbanismo en estilos contrapuestos. Las dos tienen su encanto.

El día 27 tomamos el cercanías a las 11 de la mañana y proseguimos el callejeo-canaleo, recorrimos un enorme mercadillo en Waterlooplein y entramos a descansar en una iglesia, había un concierto de piano y al final de cada pieza la pianista saludaba a los distintos compositores, que estaban entre el público. De la iglesia nos llamaron la atención dos cosas: el espléndido púlpito barroco,
y unos ventiladores que colgaban del techo a unos 3 o 4 metros.
¿Qué sentido tienen esos ventiladores colgados del techo a unos treinta metros del suelo? No creo que en Amsterdam sean muy necesarios y sobre todo a esa distancia del suelo no creo que refresquen mucho al personal.
Se acercaba la hora de la comida y teníamos referencia de una terraza en un parque en la que se servían unos ricos mejillones, tomando un par de tranvías llegamos al parque, nos costó un rato dar con la terraza, cuando la encontramos resultó que no abrían hasta las 4 de la tarde. Tarde para comer, pronto para cenar.....
Decidimos ir a comer a la terraza Waterkant y tomando un par de tranvías allí llegamos. Aunque había menos gente que por la tarde, seguía siendo un sitio muy concurrido, nos comimos unas riquísimas hamburguesas, probablemente las mejores que hayamos comido nunca.
Después de comer nos fuimos, en tranvía, a descansar un rato a un parque que habíamos visto anteriormente. Otra vez tranvía, le estábamos sacando buen rendimiento a las tarjetas de transporte que habíamos comprado por la mañana, nos bajamos en los alrededores de la plaza Damm y nos dirigimos hacia Leidsplein por la calle más comercial de la ciudad, nos demoramos mucho y sin agobios ni precauciones ¡¡allí no circulan bicicletas!!. Compramos unos quesos. Nos tomamos un té frío (otra birría) en una terraza a orillas de un canal, canaleamos una vez más.
y visitamos un coffe-shop y sin prisas regresamos al camping..... en el andén de nuestra estación alguien había olvidado alguna maleta.

Al lado de nuestra autocaravana había aparcado otra con matrícula española y que por lo que ponía en la matrícula comprada en Caravanas Cruz de Elche, igual que la nuestra. Como habíamos decidido marcharnos al día siguiente y las tarjetas de transporte tenían todavía unas cuantas horas de validez, dedicidmos dárselas a los vecinos, que se quedaron muy sorprendidos y agradecidos por el gesto, aunque hablaban español eran guiris. Este mundo es un pañuelo.
Con una rica ensalada, rematamos el día, un gran día, que por fin nos sacó definitivamente la espinita de Amsterdam.

El día 28 iniciamos la ruta hasta Hamburgo, mirando el mapa vimos que con unos 30 kms. más podíamos pasar por el dique Afsluitdijk, una maravilla de la ingeniería holandesa. Con una longitud de 32 kms. cerrando el Ijsselmeer y separándolo del mar de Frisia. Los trabajos duraron 12 años y fue inaugurado en 1932. Cuenta con dos esclusas, una en cada extremo, para permitir el paso de las embarcaciones en ambos sentidos.

Como reza un dicho holandés: Dios creó el mundo y los holandeses Holanda.

A los once días de salir de Madrid y después de 2.353 kms. entramos en Alemania, llenamos el depósito de gasoil a 1,26€ y pronto aprendimos una nueva y terrorífica palabra en alemán: stau (atasco, retención) y recordamos otra vieja conocida baustelle (obra), la segunda causante de la primera. Cada vez que la autopista se acerca a los accesos de alguna ciudad, aparecen las baustelles en los paneles luminosos y se producen los staus. Esta pareja nos acompañaría durante todo nuestro camino en Alemania. Las obras en las autopistas alemanas, son eternas y continuas, esta era la cuarta vez que circulábamos por ese país y siempre hay obras en los accesos o salidas de las ciudades. Otra compañía inseparable de la ruta fue la de los infinitos camiones polacos. Generalmente los conductores alemanes son educados y ceden el paso si se pone el intermitente con tiempo. En los staus cuando desaparece un carril o hay una incorporación, cada vehículo cede el paso a uno de los que se incorporan o se les acaba su carril, esto permite hacer lo más fluida posible la densa circulación. Pero toda norma tiene su excepción y en los alrededores de Bremen le toco a Tere sufrirla, al conductor de un camión amarillo no le gustó que cediéramos el paso al que se incorporaba por nuestra derecha y durante los 15 kms. que duró el atasco estuvo achuchando por detrás, circulando muy pegado a nosotros y generando mucha tensión. Desgraciadamente no hubo posibilidad de echarse a la derecha en ningún momento. Inevitablemente nos acordamos de la angustiosa primera película de Spilberg, El diablo sobre ruedas, en la que un camión persigue durante toda la película a un coche. En la entrada a Hamburgo tuvimos el inevitable stau. Buscábamos un aparcamiento junto a una iglesia del que teníamos buenas referencias. Las coordenadas que habíamos metido no estaban bien y no pudimos dar con él a la primera, afortunadamente pudimos parar en el parquing de un supermercado y corregir el error en el navegador. Cuando llegamos a la iglesia no había plazas libres, pero en la calle por la que se accedía al mismo sí que las había y allí nos quedamos. Estábamos bastante cansados de la intensa circulación que habíamos sufrido, así que salimos a estirar las piernas, reconocer el entorno y localizar la parada del metro. El entorno no podía ser mejor, praderas verdes al borde de un lago además anunciaban para el día siguiente un mercadillo de productos bio allí mismo. Caminamos hacia nuestra derecha par ir la estación de metro, la línea que pasa por ella estaba en obras y obligaba a bajarse en un punto y tomar un autobús para continuar camino, afortunadamente caminando hacia nuestra izquierda en la otra dirección desde nuestro aparcamiento localizamos otra estación de metro de otra línea, además nos pillaba más cerca.
Finalmente después de los varios contratiempos sufridos en el día tuvimos suerte y quedamos instalados en un lugar tranquilo, sombreado y muy bien comunicado. La noche fue tranquila, las campanas de la iglesia dejaron de sonar a las once de la noche y estuvieron calladas hasta las siete de la mañana.

El 29 de junio me levanté temprano e hice compra en el mercadillo de productos bio. Después de desayunar tomamos el metro y nos fuimos a Miniatur-Wunderland, teníamos entradas compradas por internet para las 11. Miniatur-Wunderland es la mayor construcción de modelismo ferroviario del mundo. Con una superficie de 4.000 m² repartidos en seis secciones: Alemania Meridional , Hamburgo (incluido el aeropuerto), Estados Unidos, Escandinavia, Suiza e Italia. La exposición contiene 900 trenes con un total de 12.000 vagones, 300.000 luces, 200.000 árboles y 200.000 figuras humanas. Las cifras son abrumadoras, pero la visión y disfrute de las maquetas son indescriptibles. Hay que verlo.  




Como anécdota contaré que hay miniaturas hasta en los servicios y ¡delante de cada urinario hay una pantalla con publicidad!.
Esta maravilla está ubicada en unos antiguos almacenes portuarios construidos en ladrillo. 

Hay más almacenes separados por canales y en los bajos de los mismos hay muchos locales dedicados a todo tipo de negocios, la mayoría a la restauración. 
En uno de ellos entramos a comer unas ricas flamenkuche (pizzas rectangulares alsacianas).
Después de la comida tomamos el autobús hasta la estación central para ir a la oficina de turismo. La estación es grandísima y estaba atestada de gente, en turismo nos atendieron en castellano y nos vendieron los billetes de un bus turístico que tenía traducción de la información a nuestro idioma. Hacía mucho calor, tuvimos que esperar casi media hora hasta que se puso en marcha. La experiencia no pudo ser más nefasta: Los asientos de plástico fino estaban ardiendo, la traducción al castellano no funcionaba aunque probamos en cuatro asientos diferentes..... la visita resultó larga y tediosa. Por buscarle algo positivo al viaje diré que nos paseó por el Hafencity (barrio de construcciones modernas) y divisamos algún edificio de bellas formas. 
Al finalizar la tortura nos fuimos caminando al Rathaus (ayuntamiento) un espléndido edificio neorrenacentista, con cientos de ventanas, esculturas, una grandiosa torre y varios patios. 

Después callejeamos un poco y acabamos sentándonos en una terraza al borde del lago Binnenalster, pedimos el consabido té frío y volvimos a acordarnos del que tomamos en La Cigale de Nantes, nada que ver. Se levantó un frio viento y decimos volver a casa.

30 de junio. La noche había sido muy tranquila, el aparcamiento que encontramos era magnífico, lo que los más veteranos del mundo autocarvanístico llamamos BTS (bonito, tranquilo y seguro).
Reunía todo lo anterior, además está muy bien comunicado con el centro, los tilos nos daban mucha sombra, lo cual es de agradecer en los calurosos días de finales de junio. Hallazgos así son los que aportan un plus al viaje en autocaravana, poder aparcar en un buen lugar en una gran ciudad (y encima gratis) el verdadero ejemplo del turismo en libertad
Después de desayunar tomamos el tranvía y subimos en ascensor a lo alto de la torre de una iglesia en ruinas, las vistas eran magníficas. 
Luego fuimos a la Chilehaus, edificio de oficinas y viviendas construido en 1924, patrimonio de la humanidad desde 2015. La perspectiva de una de sus esquinas es como la quilla de un barco.

Más tarde nos acercamos a la Elbephilarmonie, edificio inaugurado en 2017, símbolo de Hamburgo. La construcción tiene una base de ladrillo de seis plantas, una terraza exterior que lo bordea entero y por encima trece plantas en cristal y acero rematadas en forma de olas. Una preciosidad. 
Era la hora de comer y caminamos por la Hafencity, barrio de construcciones modernas de formas atrevidas, paramos en el Maredo, una cadena de restaurantes de carne que ya conocíamos de nuestras anteriores visitas a Alemania (Colonia, Dresde, Berlín). Según Tere sus escalopes de cerdo son de los mejores que ha comido nunca. Un paseo por el barrio después de comer y el calor reinante nos hizo volver a casa a descansar un rato. Luego vuelta a la ciudad, callejeo por calles comerciales, alguna compra en unos grandes almacenes y después para encontrar una gran droguería el google maps nos volvió a demostrar sus pocas habilidades para guiar peatonalmente a un destino cercano, estábamos a unos cien metros y la ruta propuesta nos hacía recorrer casi 500 mts.
Nos sentamos en una terraza al sol, Alex, a tomarnos un mojito. Estaba muy concurrida y pasamos un rato muy entretenido viendo a las gentes de por allí, de lo más variopinto.
Regresamos a casa y nos encontramos con la sorpresa de que en la pradera estaban celebrando un cumpleaños, con música y barbacoa. Afortunadamente la celebración acabó a poco más las 23h.

El primero de julio caminamos un rato por la orilla del lago que teníamos al lado con la intención de tomar un autobús un poco más adelante, no pudo ser, en la parada no hay máquina expendedora de billetes y a bordo el conductor solo vende billete individual, así que tuvimos que caminar hacia la estación de metro, en la acera de la calle que recorrimos había muchas plaquitas metálicas con los nombres de los judíos deportados.

El objetivo del día era recorrer la zona portuaria, impresionante, con todo tipo de barcos. Estaban recogiendo los restos del famoso mercado callejero del pescado (aunque venden de todo), era un caos de basura, limpiadores, bicicletas y transeúntes. Llegamos a un edificio de ladrillo y metal, la lonja, entramos y dentro un grupo de rock conseguía hacer bailar a un gran cantidad de puretas. 
Seguimos avanzando por la orilla y al cabo de un buen rato llegamos a un edificio en forma de barco-pirámide y a él subí. Magníficas vistas. 
Quisimos tomar el autobús pero no circulaba, así que tuvimos que deshacer nuestros pasos hasta que llegamos al Elbetunnel, obra maestra de la ingeniería alemana, construido en 1911. Permite cruzar por debajo del rio Elba para acceder a la otra orilla, actualmente está en obras y solo puede ser utilizado por personas y bicicletas.
La última visita prevista en Hamburgo era un conjunto de casas con entramado de madera, el acceso fue complicado y largo. Cuando por fin llegamos y las vimos la decepción fue monumental, esfuerzo y tiempo invertido en balde. Con ese mal sabor de boca volvimos a la auto a comer, vimos el partido de España contra Rusia y sufrimos otra decepción.
Hamburgo cumplió con creces todas nuestras expectativas, acertamos con su elección como punto más lejano del viaje, a partir de aquí todo sería descenso hacia el sur. Decidimos marcharnos a un camping próximo con la idea de dedicarnos a limpiar, poner lavadoras y perezear.
Elegimos uno a orillas del lago Grossensee, en recepción me atendió una mujer que hablaba un inglés de parecido nivel al mío y nos entendimos estupendamente. Una vez instalados nos fuimos a dar un paseo por el lago, que está todo vallado, aunque desde el camping hay acceso.



III - Regresando al sur (Münster, Düsseldorf, Maastricht...)

El lunes dos de julio fue un día de relax, lavamos y secamos ropa, limpiamos algo la auto por fuera (los tilos de Hamburgo además de su b...