lunes, 3 de septiembre de 2018

II - Adiós espinita adiós (Amsterdam y Hamburgo)

El día 26 pusimos rumbo al camping Gaasperplass de Amsterdam, del que hace 12 años tuvimos que salir corriendo por que nos avisaron del agravamiento de la enfermedad de un familiar. Amsterdam era una espinita que teníamos clavada desde entonces y había llegado el momento de sacárnosla y rematar la visita a esta singular ciudad. El camping también es singular, por ejemplo a pesar de no ser barato, el agua caliente de las duchas se paga aparte y te alquilan por ¡¡30€!! una llave magnética para entrar y salir del camping con el vehículo, eso sí al acabar la estancia te los devuelven. Por lo demás está bien equipado, es tranquilo y la wifi es estupenda.
Después de comer tomamos el cercanías y en algo menos de media hora estábamos en la Estación Central, caminamos hacia la plaza Damm, mucho calor, muchísima gente. Compramos una botellita de agua por 2,50€, la plaza atestada de gente como siempre. 
Al contrario que en Rotterdam en Amsterdam no teníamos un plan de visita, los monumentos ya los habíamos visitado hacía 12 años, así que nos dedicamos al callejeo, bueno será mejor decir el canaleo pues fuimos atravesando y bordeando canales sin rumbo fijo buscando siempre las miniaceras sombreadas y con cien ojos a las miles de bicicletas que circulan por todos lados, llega a ser agobiante tanta bici. Recuerdo haber comprado una postal en mi primera visita a la ciudad, allá por el 1990, una postal que decía en inglés: He visitado Amsterdam y he sobrevivido a las bicicletas.
Hicimos alguna compra original en una tienda de objetos curiosos de todo tipo, como se acercaba mi cumpleaños Tere me regaló este ciervo, que acabo de montar. 

Terminamos la tarde tomando unas cervezas con una bolsa de chips de banana, en la terraza Waterkant, a orillas de un canal. El lugar está atestado de gentes de todo tipo, muy ambientado y recomendable. Se escucha hablar en muchos idiomas, nosotros compartimos mesa con unos griegos.
Tomamos el tranvía a la estación y luego el cercanías al camping. Muy agradable esa primera tarde de reencuentro con Amsterdam. ¡Que diferentes son Rotterdam y Amsterdam! Ambas ejemplo de urbanismo en estilos contrapuestos. Las dos tienen su encanto.

El día 27 tomamos el cercanías a las 11 de la mañana y proseguimos el callejeo-canaleo, recorrimos un enorme mercadillo en Waterlooplein y entramos a descansar en una iglesia, había un concierto de piano y al final de cada pieza la pianista saludaba a los distintos compositores, que estaban entre el público. De la iglesia nos llamaron la atención dos cosas: el espléndido púlpito barroco,
y unos ventiladores que colgaban del techo a unos 3 o 4 metros.
¿Qué sentido tienen esos ventiladores colgados del techo a unos treinta metros del suelo? No creo que en Amsterdam sean muy necesarios y sobre todo a esa distancia del suelo no creo que refresquen mucho al personal.
Se acercaba la hora de la comida y teníamos referencia de una terraza en un parque en la que se servían unos ricos mejillones, tomando un par de tranvías llegamos al parque, nos costó un rato dar con la terraza, cuando la encontramos resultó que no abrían hasta las 4 de la tarde. Tarde para comer, pronto para cenar.....
Decidimos ir a comer a la terraza Waterkant y tomando un par de tranvías allí llegamos. Aunque había menos gente que por la tarde, seguía siendo un sitio muy concurrido, nos comimos unas riquísimas hamburguesas, probablemente las mejores que hayamos comido nunca.
Después de comer nos fuimos, en tranvía, a descansar un rato a un parque que habíamos visto anteriormente. Otra vez tranvía, le estábamos sacando buen rendimiento a las tarjetas de transporte que habíamos comprado por la mañana, nos bajamos en los alrededores de la plaza Damm y nos dirigimos hacia Leidsplein por la calle más comercial de la ciudad, nos demoramos mucho y sin agobios ni precauciones ¡¡allí no circulan bicicletas!!. Compramos unos quesos. Nos tomamos un té frío (otra birría) en una terraza a orillas de un canal, canaleamos una vez más.
y visitamos un coffe-shop y sin prisas regresamos al camping..... en el andén de nuestra estación alguien había olvidado alguna maleta.

Al lado de nuestra autocaravana había aparcado otra con matrícula española y que por lo que ponía en la matrícula comprada en Caravanas Cruz de Elche, igual que la nuestra. Como habíamos decidido marcharnos al día siguiente y las tarjetas de transporte tenían todavía unas cuantas horas de validez, dedicidmos dárselas a los vecinos, que se quedaron muy sorprendidos y agradecidos por el gesto, aunque hablaban español eran guiris. Este mundo es un pañuelo.
Con una rica ensalada, rematamos el día, un gran día, que por fin nos sacó definitivamente la espinita de Amsterdam.

El día 28 iniciamos la ruta hasta Hamburgo, mirando el mapa vimos que con unos 30 kms. más podíamos pasar por el dique Afsluitdijk, una maravilla de la ingeniería holandesa. Con una longitud de 32 kms. cerrando el Ijsselmeer y separándolo del mar de Frisia. Los trabajos duraron 12 años y fue inaugurado en 1932. Cuenta con dos esclusas, una en cada extremo, para permitir el paso de las embarcaciones en ambos sentidos.

Como reza un dicho holandés: Dios creó el mundo y los holandeses Holanda.

A los once días de salir de Madrid y después de 2.353 kms. entramos en Alemania, llenamos el depósito de gasoil a 1,26€ y pronto aprendimos una nueva y terrorífica palabra en alemán: stau (atasco, retención) y recordamos otra vieja conocida baustelle (obra), la segunda causante de la primera. Cada vez que la autopista se acerca a los accesos de alguna ciudad, aparecen las baustelles en los paneles luminosos y se producen los staus. Esta pareja nos acompañaría durante todo nuestro camino en Alemania. Las obras en las autopistas alemanas, son eternas y continuas, esta era la cuarta vez que circulábamos por ese país y siempre hay obras en los accesos o salidas de las ciudades. Otra compañía inseparable de la ruta fue la de los infinitos camiones polacos. Generalmente los conductores alemanes son educados y ceden el paso si se pone el intermitente con tiempo. En los staus cuando desaparece un carril o hay una incorporación, cada vehículo cede el paso a uno de los que se incorporan o se les acaba su carril, esto permite hacer lo más fluida posible la densa circulación. Pero toda norma tiene su excepción y en los alrededores de Bremen le toco a Tere sufrirla, al conductor de un camión amarillo no le gustó que cediéramos el paso al que se incorporaba por nuestra derecha y durante los 15 kms. que duró el atasco estuvo achuchando por detrás, circulando muy pegado a nosotros y generando mucha tensión. Desgraciadamente no hubo posibilidad de echarse a la derecha en ningún momento. Inevitablemente nos acordamos de la angustiosa primera película de Spilberg, El diablo sobre ruedas, en la que un camión persigue durante toda la película a un coche. En la entrada a Hamburgo tuvimos el inevitable stau. Buscábamos un aparcamiento junto a una iglesia del que teníamos buenas referencias. Las coordenadas que habíamos metido no estaban bien y no pudimos dar con él a la primera, afortunadamente pudimos parar en el parquing de un supermercado y corregir el error en el navegador. Cuando llegamos a la iglesia no había plazas libres, pero en la calle por la que se accedía al mismo sí que las había y allí nos quedamos. Estábamos bastante cansados de la intensa circulación que habíamos sufrido, así que salimos a estirar las piernas, reconocer el entorno y localizar la parada del metro. El entorno no podía ser mejor, praderas verdes al borde de un lago además anunciaban para el día siguiente un mercadillo de productos bio allí mismo. Caminamos hacia nuestra derecha par ir la estación de metro, la línea que pasa por ella estaba en obras y obligaba a bajarse en un punto y tomar un autobús para continuar camino, afortunadamente caminando hacia nuestra izquierda en la otra dirección desde nuestro aparcamiento localizamos otra estación de metro de otra línea, además nos pillaba más cerca.
Finalmente después de los varios contratiempos sufridos en el día tuvimos suerte y quedamos instalados en un lugar tranquilo, sombreado y muy bien comunicado. La noche fue tranquila, las campanas de la iglesia dejaron de sonar a las once de la noche y estuvieron calladas hasta las siete de la mañana.

El 29 de junio me levanté temprano e hice compra en el mercadillo de productos bio. Después de desayunar tomamos el metro y nos fuimos a Miniatur-Wunderland, teníamos entradas compradas por internet para las 11. Miniatur-Wunderland es la mayor construcción de modelismo ferroviario del mundo. Con una superficie de 4.000 m² repartidos en seis secciones: Alemania Meridional , Hamburgo (incluido el aeropuerto), Estados Unidos, Escandinavia, Suiza e Italia. La exposición contiene 900 trenes con un total de 12.000 vagones, 300.000 luces, 200.000 árboles y 200.000 figuras humanas. Las cifras son abrumadoras, pero la visión y disfrute de las maquetas son indescriptibles. Hay que verlo.  




Como anécdota contaré que hay miniaturas hasta en los servicios y ¡delante de cada urinario hay una pantalla con publicidad!.
Esta maravilla está ubicada en unos antiguos almacenes portuarios construidos en ladrillo. 

Hay más almacenes separados por canales y en los bajos de los mismos hay muchos locales dedicados a todo tipo de negocios, la mayoría a la restauración. 
En uno de ellos entramos a comer unas ricas flamenkuche (pizzas rectangulares alsacianas).
Después de la comida tomamos el autobús hasta la estación central para ir a la oficina de turismo. La estación es grandísima y estaba atestada de gente, en turismo nos atendieron en castellano y nos vendieron los billetes de un bus turístico que tenía traducción de la información a nuestro idioma. Hacía mucho calor, tuvimos que esperar casi media hora hasta que se puso en marcha. La experiencia no pudo ser más nefasta: Los asientos de plástico fino estaban ardiendo, la traducción al castellano no funcionaba aunque probamos en cuatro asientos diferentes..... la visita resultó larga y tediosa. Por buscarle algo positivo al viaje diré que nos paseó por el Hafencity (barrio de construcciones modernas) y divisamos algún edificio de bellas formas. 
Al finalizar la tortura nos fuimos caminando al Rathaus (ayuntamiento) un espléndido edificio neorrenacentista, con cientos de ventanas, esculturas, una grandiosa torre y varios patios. 

Después callejeamos un poco y acabamos sentándonos en una terraza al borde del lago Binnenalster, pedimos el consabido té frío y volvimos a acordarnos del que tomamos en La Cigale de Nantes, nada que ver. Se levantó un frio viento y decimos volver a casa.

30 de junio. La noche había sido muy tranquila, el aparcamiento que encontramos era magnífico, lo que los más veteranos del mundo autocarvanístico llamamos BTS (bonito, tranquilo y seguro).
Reunía todo lo anterior, además está muy bien comunicado con el centro, los tilos nos daban mucha sombra, lo cual es de agradecer en los calurosos días de finales de junio. Hallazgos así son los que aportan un plus al viaje en autocaravana, poder aparcar en un buen lugar en una gran ciudad (y encima gratis) el verdadero ejemplo del turismo en libertad
Después de desayunar tomamos el tranvía y subimos en ascensor a lo alto de la torre de una iglesia en ruinas, las vistas eran magníficas. 
Luego fuimos a la Chilehaus, edificio de oficinas y viviendas construido en 1924, patrimonio de la humanidad desde 2015. La perspectiva de una de sus esquinas es como la quilla de un barco.

Más tarde nos acercamos a la Elbephilarmonie, edificio inaugurado en 2017, símbolo de Hamburgo. La construcción tiene una base de ladrillo de seis plantas, una terraza exterior que lo bordea entero y por encima trece plantas en cristal y acero rematadas en forma de olas. Una preciosidad. 
Era la hora de comer y caminamos por la Hafencity, barrio de construcciones modernas de formas atrevidas, paramos en el Maredo, una cadena de restaurantes de carne que ya conocíamos de nuestras anteriores visitas a Alemania (Colonia, Dresde, Berlín). Según Tere sus escalopes de cerdo son de los mejores que ha comido nunca. Un paseo por el barrio después de comer y el calor reinante nos hizo volver a casa a descansar un rato. Luego vuelta a la ciudad, callejeo por calles comerciales, alguna compra en unos grandes almacenes y después para encontrar una gran droguería el google maps nos volvió a demostrar sus pocas habilidades para guiar peatonalmente a un destino cercano, estábamos a unos cien metros y la ruta propuesta nos hacía recorrer casi 500 mts.
Nos sentamos en una terraza al sol, Alex, a tomarnos un mojito. Estaba muy concurrida y pasamos un rato muy entretenido viendo a las gentes de por allí, de lo más variopinto.
Regresamos a casa y nos encontramos con la sorpresa de que en la pradera estaban celebrando un cumpleaños, con música y barbacoa. Afortunadamente la celebración acabó a poco más las 23h.

El primero de julio caminamos un rato por la orilla del lago que teníamos al lado con la intención de tomar un autobús un poco más adelante, no pudo ser, en la parada no hay máquina expendedora de billetes y a bordo el conductor solo vende billete individual, así que tuvimos que caminar hacia la estación de metro, en la acera de la calle que recorrimos había muchas plaquitas metálicas con los nombres de los judíos deportados.

El objetivo del día era recorrer la zona portuaria, impresionante, con todo tipo de barcos. Estaban recogiendo los restos del famoso mercado callejero del pescado (aunque venden de todo), era un caos de basura, limpiadores, bicicletas y transeúntes. Llegamos a un edificio de ladrillo y metal, la lonja, entramos y dentro un grupo de rock conseguía hacer bailar a un gran cantidad de puretas. 
Seguimos avanzando por la orilla y al cabo de un buen rato llegamos a un edificio en forma de barco-pirámide y a él subí. Magníficas vistas. 
Quisimos tomar el autobús pero no circulaba, así que tuvimos que deshacer nuestros pasos hasta que llegamos al Elbetunnel, obra maestra de la ingeniería alemana, construido en 1911. Permite cruzar por debajo del rio Elba para acceder a la otra orilla, actualmente está en obras y solo puede ser utilizado por personas y bicicletas.
La última visita prevista en Hamburgo era un conjunto de casas con entramado de madera, el acceso fue complicado y largo. Cuando por fin llegamos y las vimos la decepción fue monumental, esfuerzo y tiempo invertido en balde. Con ese mal sabor de boca volvimos a la auto a comer, vimos el partido de España contra Rusia y sufrimos otra decepción.
Hamburgo cumplió con creces todas nuestras expectativas, acertamos con su elección como punto más lejano del viaje, a partir de aquí todo sería descenso hacia el sur. Decidimos marcharnos a un camping próximo con la idea de dedicarnos a limpiar, poner lavadoras y perezear.
Elegimos uno a orillas del lago Grossensee, en recepción me atendió una mujer que hablaba un inglés de parecido nivel al mío y nos entendimos estupendamente. Una vez instalados nos fuimos a dar un paseo por el lago, que está todo vallado, aunque desde el camping hay acceso.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

III - Regresando al sur (Münster, Düsseldorf, Maastricht...)

El lunes dos de julio fue un día de relax, lavamos y secamos ropa, limpiamos algo la auto por fuera (los tilos de Hamburgo además de su b...