miércoles, 29 de agosto de 2018

I - Rumbo al norte (Nantes - Rotterdam)


Llevábamos un par de meses preparando el viaje de verano, el destino elegido eran los Pirineos en ambas vertientes, pero una información aparecida en internet de ésas que comienzan: Las 10 mejores ..... que deberías conocer, en este caso dedicado a 10 ciudades europeas de tamaño medio nos hizo dar un cambio radical y de las 10 propuestas elegimos solo dos de las que no conocíamos (Nantes y Hamburgo).
En una tarde de inspiración trazamos las líneas maestras de la ruta: Nantes, Amsterdam, Hamburgo, Münster y Düsseldorf. Ya teníamos el boceto, poco a poco fuimos completando el proyecto. El resultado final se alejó mucho de nuestra costumbre de realizar viajes monográficos, en esta ocasión era un viaje con destinos en distintos países
Llegó el 18 de junio y nos pusimos en marcha a media mañana, llegaba la hora de comer y pensamos que deberíamos hacerlo bien por si acaso por esos mundos norteños no conseguíamos hacerlo. 
Paramos en el Lys de Lerma, ya conocido de otras veces, y comimos unas magníficas chuletillas de lechal. 
Retomamos la ruta y paramos un rato en una gasolinera de Mondragón para ver unas series en la tele, novelitas que seguimos desde hace años, mientras las veíamos llovió un buen rato. Llenamos el depósito de gas-oil, a 1,26€, antes de cruzar la frontera. Una vez en Francia nos encontramos con los múltiples y caros peajes, las obras en la autopista y el gas-oil a ¡1,62!. Según lo previsto abandonamos la autopista en Capbreton, al acercarnos a las garitas del peaje recordamos que siempre nos habían vacilado, si nosotros saludábamos con "bon soir" nos respondían con "bon jour" y viceversa. ¿Qué pasaría esta vez?. Gran decepción, ya no hay trabajadores en las garitas, están automatizadas. Llegamos al área de autocaravanas, y una vez instalados, subimos la pequeña cuesta que lleva al mirador sobre la playa, contemplamos un rato la inmensidad del océano 
y nos retiramos a "casa"; cena, tele y a dormir.

El 19 de junio amaneció soleado. Carretera y manta, peajes, largo camino más de 500km. Atravesar Francia es largo, pero en general cómodo por las autopistas. Según nos acercamos a Nantes vimos grandes atascos, afortunadamente en sentido contrario. Habíamos elegido el camping para parar, estaba lleno, reservé una plaza para los dos siguientes días. Buscamos en los alrededores y encontramos un buen aparcamiento en la zona de la universidad (una de nuestras especialidades a la hora de elegir sitio para pernoctar) a escasos 100mts. de la parada de tranvía. Salimos a dar un paseo y estirar las piernas por un gran parque y volvimos a "casa". La noche fue tranquila.
A día siguiente tomamos el tranvía, nos bajamos en el centro y nos pusimos a buscar la oficina de turismo, sufrimos la primera de las muchas pruebas de los fallos que genera el Google-maps en las distancias cortas a pie, especialmente en los arranques. En turismo nos dieron una buena información en castellano y nos dispusimos a "conocer" Nantes la jolie. Bordeando el foso del castillo salimos a un amplio espacio público, llamado espejo de agua, un suelo pulido del que salían multitud de chorritos de agua, que aprovechaban niños y mayores para jugar y refrescarse.


Nos acercamos a ver la bella torre modernista de la antigua fábrica de galletas LU. 

Bordeamos el castillo y penetramos en el patio, después recorrimos el camino de ronda. 
El calor apretaba bastante y buscando las sombras llegamos hasta la catedral, después de visitarla buscamos sitio para comer, elegimos una terrazita con sombra por el menú que mostraba en su pizarra: Gazpacho andaluz y filete de cerdo a la milanesa, grandes falsedades ambos platos, el gazpacho llevaba trozos de queso y picaba a rabiar, la milanesa en lugar de cerdo empanado era una especie de ragú de trozos de carne dura y seca.
Buscando las sombras llegamos hasta el pasaje Pommeraye, unas hermosas galerías cubiertas de finales del XIX, de tres plantas con acceso a cuatro calles. 
De allí nos dirigimos al famoso café La Cigale, de finales del XIX, art-nouveau exuberante.
Nos tomamos un refrescante té verde frío, tan rico estaba que a lo largo del viaje nos aficionamos a tomarnos uno en alguna terraza a media tarde, desgraciadamente ninguno de los que nos sirvieron se parecía al de La Cigale.
De allí bajamos a la orilla del Loira, recorrimos el memorial de la abolición de la esclavitud. Nantes fue el principal puerto de partida de los barcos de esclavos traídos de África y con destino a América. Tocaba regresar a la auto para luego dirigirnos al camping. Buscamos la parada del tranvía, junto a ella vimos un gran velero con una enorme bandera española, era una reproducción de la Nao Victoria atracada en la orilla, una inmensa cola de personas aguardaba turno para visitarla. El tranvía llegó atestado de gente, dejamos pasar un par de ellos, pero en el tercero decimos subirnos pues comprobamos que esperar más sería inútil, todos venían abarrotados.
Recogimos la auto y nos dirigimos al camping, nos dieron una plaza muy sombreada, tanto que la antena parabólica no fue capaz de encontrar el satélite Hispasat, y se produjo algún desajuste que nos impidió ver la tele en el resto del viaje.
El día 21 nos fuimos temprano en el tranvía, visitamos una bella iglesia neo-gótica, tiene unas espectaculares vidrieras y unas gárgolas llamativas.


Cerca de la iglesia está el mercado de Talensac, allí hicimos compra de productos frescos y volvimos al camping a prepararnos una rica comida (a horario francés) no estábamos dispuestos a otra decepción como la del día anterior. 
Después de descansar un rato volvimos a tomar el tranvía con destino a la isla de las máquinas. A priori éste era el destino estrella de Nantes, lo que habíamos leído resultaba muy atractivo (un gran elefante mecánico que transporta personas, un carrusel de los mundos marinos, una garza de 8 mts. que sobrevuela por una nave, una hormiga gigante.....) 
Resultó decepcionante, el carrusel no funcionaba ese día, para montar en el elefante había que hacer colas inmensas, la garza ya había volado.... y sobre todo faltaba información de cómo ver y acceder a las máquinas. 
Después de la decepción, caminamos por la isla hasta llegar al muelle de los anillos.
Nos quedaba subir a la torre Bretaña, un rascacielos de 144 metros con una terraza panorámica de 360º en la planta 32. Nos pedimos unos mojitos y salimos a ver el panorama, realmente espléndido, soplaba bastante viento, pero encontramos un rincón muy protegido y allí estuvimos un buen rato disfrutando de nuestro últimos momentos en la ciudad. En el regreso al camping volvimos a comprobar que el tranvía a esas horas va siempre abarrotado.
El día 22 abandonamos el camping, antes de coger la autopista llenamos el depósito de gas-oil a 1,42€, precio 20cts. Más barato que el de las autopistas. El destino era Boulogne sur mer, la etapa más larga del viaje 570km. Soplaba bastante viento, el viaje resultó cómodo salvo por un error de Alicia (nuestra GPS) que nos hizo atravesar Rouen, la travesía estaba llena de obras y los consiguientes atascos (bouchons) la gracia de Alicia nos supuso un retraso de una hora.
Antes de llegar a Boulogne volvimos a ver el mar, el canal de la Mancha. Una vez instalados en el aparcamiento de Boulogne dimos un largo paseo hasta la playa siempre aventada, además según múltiples carteles que hay en la misma el baño está prohibido desde el mes de Mayo porque hay agujeros en formación. Como para irse unos días de vacaciones a esa playa. Bordeamos Naussica, un centro acuático con múltiples actividades, a través de unas enormes cristaleras vimos unas cuantas focas. Desde la playa se divisa a lo lejos un faro en un islote que es el más próximo a Gran Bretaña. 
Nos encontramos con una estatua del General San Martín, que según cuenta la placa explicativa murió exiliado aquí. Boulogne nos dio la impresión de ser una ciudad balneario que tuvo su esplendor a principios del siglo XX, hoy venida a menos, se ven muchos edificios decrépitos. Conoció tiempos mucho mejores. Antes de regresar a casa nos sentamos en una terraza al sol protegidos por una mamparas del fuerte viento, nos tomamos unas ricas cervezas y ¡nos pusieron un cuenco con frutos secos!.
La televisión definitivamente estaba caput, gracias a la desaparición del roaming pudimos seguir viendo series conectando el portátil con el teléfono.
El día 23 sería un día internacional, amanecimos en Francia, atravesamos Bélgica y llegamos a Holanda. Antes de iniciar el camino hicimos compra en un Leclerq, por cierto el único establecimiento en todo el viaje en el que encontramos Danacol. ¿Porqué Danone no vende este producto, supuestamente efectivo para reducir el colesterol en esos países?. Volvimos a llenar el depósito de gasoil a 1,41 y emprendimos la ruta, al principio se circula en paralelo a la costa y como estaba soleado y despejado se veía hacia el oeste la costa de Gran Bretaña. La circulación era intensa. Entramos en Bélgica y el límite de velocidad volvió a los 120 km/h como en España. Circular por Bélgica es cómodo, la mayoría de los conductores se comportan como los alemanes, pones el intermitente y te dejan salir, nada que ver con los españoles, franceses u holandeses que ante situaciones semejantes suelen acelerar. Nos llamó la atención la cantidad de camiones polacos que desde España no dejábamos de ver en todas las carreteras y no nos abandonaron durante el resto del viaje ¿Cuantos miles de camiones polacos hay circulando por Europa?. De ninguna otra nacionalidad hemos visto tantos ni de lejos.
Atravesamos Bélgica, Le plat pays como cantaba Jacques Brel en la canción que ocupó mi mente durante la travesía y entramos en Holanda, el límite de velocidad volvió a los 130km/h. La primera visita que queríamos hacer era a los molinos de Kinderdijk, el aparcamiento del que llevábamos referencia estaba a unos dos Kilómetros, iniciamos el camino a pie pero enseguida nos dimos cuenta que era una locura ir y volver andando por la carretera, intentamos aparcar junto al centro de interpretación en vano, así que renunciamos a verlos hasta que en el camino de regreso vimos un hueco en la cuneta de la carretera y probamos suerte, no pudo ser más afortunada la decisión, a escasos metros salía una pequeña carretera que nos acercaba a los molinos. Conseguimos ver de cerca cinco o seis y hacer unas bonitas.
A poco más de 20 kms. Estaba Rotterdam y nos instalamos en el camping, de los de tipo "casero" sin delimitar las parcelas y con bastante ocupación, con la chica de recepción me entendía bastante mal, al final ella optó por escribir sus respuestas-informaciones en holandés en la pantalla de su pc y darle al traductor en castellano. Para informaciones posteriores tuve la suerte de dar con un muchacho muy simpático y cuyo inglés me resultaba mucho más comprensible. Una vez instalados nos dimos un paseo hasta la parada del autobús que deberíamos coger al día siguiente para ir a la ciudad. La señal wifi del camping era bastante buena.
Rotterdam no estaba incluida en el plan inicial de viaje, pero yo se la sugerí a Tere y enseguida se enamoró de la ciudad y montó un plan de visita magnífico.
Rotterdam es un museo al aire libre de arquitectura moderna y de escultura, generalmente de muy buen gusto, y a pesar de las alturas de los edificios amable con el peatón. Un regalo para la vista.
El día 24 fuimos a recepción para comprar dos pases "visite Rotterdam" de dos días de duración que incluye transporte ilimitado durante la validez del pase, solo tenían uno para comprar el otro teníamos que ir a la oficina de turismo de la estación central así que allí nos fuimos, eso sí en el autobús hubo que sacar un billete de ida a precio de oro 3,50€. El sistema de transporte público en Holanda es raro: los billetes individuales son carísimos, los válidos para un día o para varios viajes tampoco son baratos, además cualquier título de transporte que tenga validez para más de un viaje debe ser validado a la entrada y a la salida, ya sea autobús, tranvía o metro. Si se olvida hacerlo alguna vez queda invalidado. Menos mal que el muchacho de recepción me lo explicó claramente ¡y le entendí!. La validez de los billetes de día no son 24h. Desde el primer uso, sino desde las 0h del día de la adquisición.
Llegamos a la estación central, primero de los impactantes edificios modernos que vimos. Después de una media hora de espera nos atendieron en perfecto castellano, compramos el pase que nos faltaba y nos dispusimos a recorrer Rotterdam.
Nada más salir de la estación nuestros ojos comenzaron a disfrutar de formas, colores y materiales de los vanguardistas y atrevidos edificios. Siguiendo más o menos el plan previsto disfrutamos de un agradable paseo entre esas monumentales construcciones: Estación Central, Delftse Poort, Calypso, la plaza Schouwburgplein... 
De vez en cuando nos topábamos con piedras centenarias: Ayuntamiento, sede de Correos o la iglesia Laurenkerk. A la salida de la iglesia nos encontrábamos en una gran explanada desde la que se divisaban otra serie impresionante de edificios modernos: A la izquierda el colegio universitario Erasmus y la biblioteca, de frente las casas cubo, al fondo y aún más lejos los tirantes rojizos del puente Willemsbrug. 
A la derecha teníamos una de las joyas de la corona: El Mercado, inaugurado en 2014, tiene forma de herradura
ocupada por viviendas en el exterior, y por decenas de tiendas y puestos de alimentos en el interior. Las paredes interiores están decoradas con coloristas pinturas de todo tipo de alimentos, intercaladas por ventanas de las viviendas. 
Era la hora de comer y no podíamos estar en mejor lugar, después de dar varias vueltas por las distintas plantas y sopesar los pros y los contras de las distintas ofertas, elegimos un italiano. Pedimos unas pizzas y el resultado no pudo ser peor..... nos habíamos equivocado.
Salimos del mercado en dirección a las casas cubo, sabíamos que se podía visitar una por dentro, pero no fuimos capaces de dar con ella. Allí mismo está el viejo puerto (Oudehaven) y el muelle de los españoles (Spaasenkade) lleno de terrazas al sol y protegidas del viento, allí que nos fuimos y nos sentamos a tomar un té frío, segunda decepción del día, nada que ver con el que habíamos tomado en La Cigale de Nantes. Pero disfrutamos del descanso y de las vistas. De repente en el pequeño puerto, en el que hay algún que otro barco-vivienda, apareció una extraña barca con una gran chimenea y seis pasajeros en bañador sumergido parte de su cuerpo en agua...... era una barca-jacuzzi, se dieron un par de vueltas riendo y consiguieron contagiar las risas a los que estábamos sentados en las terrazas.
Caminamos hacia la orilla del Mosa, nuevas construcciones espectaculares nos aguardaban. El puente Willemsbrug, y en la otra orilla una impresionante skyline con edificios de viviendas de principios del XX y detrás los vanguardistas gigantes de cristal y acero con formas inverosímiles,
especialmente llamativo uno con forma de cuña invertida. 
Caminando por el paseo de las naciones llegamos hasta el otro impresionante puente el Erasmusbrug,
lo atravesamos lentamente y dimos una vuelta por aquella orilla a la sombra de los gigantes, nos sentamos un rato a la orilla de una pequeña ensenada contemplando unas esferas de cristal que flotan en el agua rodeadas de árboles plantados en sus pequeñas balsas de colores. 
Ya empezaba a refrescar y tocaba regresar al camping, tranvía a la estación central y luego el autobús. Este primer día en Rotterdam había sido perfecto, salvo por el pinchazo con la comida, ciertamente valió la pena incluir esta ciudad en el viaje.
Después del monográfico de arquitectura moderna del día anterior el 25 decidimos dedicarlo a ver algún canal y a localizar bastantes de las esculturas situadas en distintos lugares. Al bajar del autobús en el estación central atravesamos un túnel por debajo de las vías y a la salida nos encontramos con un inmenso aparcamiento de bicicletas.
Recorrimos un par de encantadores canales.
Ya de vuelta a la parte moderna recorrimos las calles en busca de las esculturas.
Cogimos el metro y nos fuimos a las casas cubo, esta vez si encontramos el acceso a la que se puede visitar, es curioso vivirla por dentro, con todas sus paredes en ángulo de 45º.
Nos tomamos una cervecita en una de las terrazas del muelle de los españoles y después de la mala experiencia del día anterior, decidimos regresar al camping a comer. Por la tarde fuimos hasta el Euromast, una torre de 196 mts. De altura construida entre 1958 y 1960. A los 96 mts. hay un plataforma que permite ver a vista de pájaro toda la ciudad y hasta donde alcanza la vista el inmenso puerto.
Buen colofón a la visita de esta impresionante y recomendable ciudad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

III - Regresando al sur (Münster, Düsseldorf, Maastricht...)

El lunes dos de julio fue un día de relax, lavamos y secamos ropa, limpiamos algo la auto por fuera (los tilos de Hamburgo además de su b...