domingo, 9 de septiembre de 2018

III - Regresando al sur (Münster, Düsseldorf, Maastricht...)


El lunes dos de julio fue un día de relax, lavamos y secamos ropa, limpiamos algo la auto por fuera (los tilos de Hamburgo además de su buena sombra nos dejaron una pátina grasienta en los cristales y en la carrocería). Luego caminamos hacia el lago y me dí un buen baño. A la tarde nos fuimos a un pueblo cercano e hicimos compra en un LIDL, y a la vuelta me volví a dar otro estupendo baño. Por la noche comenzamos a ver la tercera temporada de Narcos.

El día 3 limpiamos la auto por dentro y comenzamos el descenso hacia España, 2.650km habíamos hecho hasta ese momento. El destino del día era Münster, en el camino tuvimos unos cuantos staus, por la autopista circulaban cientos de camiones, uno de cada tres era polaco. ¿Qué porcentaje de la población polaca se dedicará a la conducción de camiones?. A la hora de comer paramos en un aparcamiento en línea y cuando estábamos a mitad de la comida apareció un camionero polaco pidiéndonos con muy malos modos que nos moviéramos para que pudiera aparcar junto a él un colega, se ve que querían estar juntitos. Por sus malos modales no le hicimos caso.


Llegamos a Münster con mucho calor, aparcamos al sol a la orilla de un lago y tomamos el autobús para el centro, la búsqueda de la oficina de turismo resultó laboriosa, seguimos los carteles de la calle....hasta que desaparecieron, el google maps nos dio otra muestra de su torpeza en las distancias cortas peatonales. Por fin dimos con ella y nos dieron algo de información sobre la ciudad, anduvimos deambulando por el casco viejo, muy interesante. Visitamos alguna intersante iglesia, finalmente acabamos en una zona de terrazas junto a la universidad. Cenamos una magnífica ensalada regada con una espléndida cerveza. 

Para regresar a Austral tuvimos que caminar mucho hasta la parada del bus nocturno que nos llevaba. Los autobuses diurnos dejan de circular a las nueve de la noche.

El cuatro de julio nos fuimos al inmenso mercado callejero que ponen en la plaza de la catedral, hicimos una buena compra: espárragos, setas, fruta, pan y queso Münster, que no es alemán sino de la Alsacia francesa pero lo vendían en todas partes, se ve que le tienen cariño por la coincidencia en el nombre. Y seguro que también por lo rico que está. Regresamos a la auto a dejar las compras a buen recaudo, volvimos al centro con los mismos billetes de autobús puesto que son válidos durante 90 minutos. Continuamos con la visita a los monumentos y en una de las iglesias nos llamó la atención algo poco habitual: del techo colgaban un montón de pajaritos dorados. 
Hicimos alguna compra en unos grandes almacenes aprovechando las rebajas, y comimos muy bien en el autoservicio del mismo. Buscando las sombras y esquivando las muchas bicicletas que circulan por la ciudad regresamos a casa a descansar un rato.
Volvimos a la ciudad y nos pusimos a buscar una escultura de unas cerezas gigantes que habíamos visto en una foto del folleto que nos dieron en turismo.







Queríamos rematar la visita a Münster en el Hafenviertel, antiguo barrio portuario que se está transformando con construcciones modernas y en el que hay instaladas unas cuantas terrazas, después de caminar un buen rato en balde (otra gracia del Sr.Google) dimos con él. Cientos de personas se agolpan por allí a la caída de la tarde. 
Hay un ambientazo. 
En una de las terrazas cenamos otra rica ensalada con sus consabidas cervezas, como ya eran más de las nueve tuvimos que caminar un buen rato hasta llegar a la parada del bus nocturno para regresar a casa.

A priori Münster era el destino elegido del que esperábamos menos, se trataba de elegir un punto más o menos intermedio entre Hamburgo y Düsseldorf; sin embargo superó con creces nuestras expectativas. Me resultó curioso que la mayoría de iglesias que vimos eran católicas, yo tenía el recuerdo de que esa ciudad había sido uno de los núcleos más importantes de luteranismo.

El cinco de julio cogimos dirección Düsseldorf a escasa hora y media de camino, pero el trayecto se nos hizo pesado, muchas baustelles y muchos staus. El colmo fue encontrarnos con un par de semáforos en plena autovíaPor contra, los camiones polacos menguaron mucho.

Una vez en Düsseldorf paramos en el aparcamiento de pago que teníamos previsto a orillas del Rhin con buenas vistas. Después de comer vamos caminando hacia el centro por la orilla del rio, lo primero que vemos es una iglesia sin mucho interés, a continuación topamos con una escultura en bronce que relata la historia de la ciudad desde su fundación.
Una especie de cómic en tres dimensiones que se puede tocar, interesante y curiosa.

La escultura está en una esquina de una plaza llena de terrazas, a partir de aquí unas cuantas calles peatonales ocupadas por muchas terrazas llenas de gentes muy diversas, son las cuatro de la tarde y el ambiente es impresionante. Nada que envidiar a cualquier pueblo costero de nuestra tierra. 

Al final de una de las calles peatonales nos encontramos con la Iglesia de San Andrés, el exterior no resulta llamativo, no obstante decidimos entrar y nos encontramos con una impresionante maravilla barroca.  





En varias terrazas se anuncian los menús en español, incluso una se llama CAFE MADRID (tapas bar).

Como no podía ser de otra manera terminamos sentándonos en una de las innumerables terrazas a tomarnos una magnífica cerveza tostada.
A unos cuatrocientos metros de la zona peatonal se llega a otro mundo muy diferente; parece que nos hubiéramos trasladado a la zona más elegante de París. Tiendas de todas las marcas de lujo bordean un canal con puentes y esculturas. 
El edificio de unos grandes almacenes (Kauhof) está coronado por unos frisos muy curiosos.

Frente a él encontramos el primer edificio moderno que vemos en la ciudad. 

Tomamos el tranvía y nos dirigimos hacia la Rheinturm, una torre de 168 metros de altura, con espectaculares vistas de 360º.
En el tranvía, por error, saqué billete de niño; en la torre, conscientemente, saqué billete de mayor de 65 años.....

Regresamos a la auto y nos encontramos un ambientazo de jóvenes y menos jóvenes charlando y cervezeando sentados en un largo poyete con vistas al río y a la puesta de sol.
Düsseldorf nos había impresionado con sus dispares mundos, tan cercanos y tan distintos. Aún nos quedaba algún otro por descubrir.

El seis de julio nos dispusimos a seguir descubriendo los mundos de Düsseldorf, al atravesar el parque para llegar al tranvía nos encontramos a varios grupos de personas en las praderas, vestidos con sus mejores galas y brindando con champán ¡¡a las 10 de la mañana!!.
Al otro lado de la calle está el edificio en el que se celebran las bodas civiles, y claro si la ceremonia ha sido a las 9,30 de la mañana la celebración se hace inmediatamente después. 
El tranvía nos condujo al Media Hafen, barrio de espectaculares construcciones modernas, las últimas que veríamos en el viaje. 

De allí nos fuimos a ver otro mundo muy distinto: la kiefernstrasse, una calle de poco más de cien metros en la que todos los edificios están grafiteados.





Era la hora de comer y nos dirigimos a la zona vieja, la de las infinitas terrazas, que estaba a reventar de gente y de bullicio, en la inmensa cervecería Schussel comimos, a muy buen precio, una ensalada y un codillo regados con sus correspondientes cervezas. En la mesa contigua había una familia española, de la conversación dedujimos que los padres habían ido a visitar a una hija que vivía allí. Lo cierto es que en esa zona se escuchaba hablar castellano frecuentemente.
Regresamos a descansar un rato y antes de ponernos en marcha fuimos a hacer una compra a un ALDI. Estaba en un barrio nada turístico pero las calles, las terrazas y los comercios estaban igualmente atestados de gente; incluso había grupos que estaban comiendo a las cinco y media de la tarde. Definitivamente los alemanes son bastante anárquicos en los horarios de las comidas, y los de Düsseldorf se llevan la palma.
A lo largo de la ciudad había muchos cilindros publicitarios patrocinados, casi todos, por una cervecería local,en lo alto de los mismos había diversas esculturas de personas de todo tipo y condición.
Nos marchamos de Düsseldorf con un magnífico sabor de boca, había superado todas nuestras expectativas y nos afirmaba en lo acertado de su elección. Nos íbamos siendo conscientes de habernos dejado algún otro mundo por explorar, queda para la siguiente ocasión.

A los 3.170 km de viaje dijimos adiós a Alemania, país en el que siempre nos sentimos muy a gusto. Queríamos rellenar el depósito de gasoil antes de entrar en Holanda. Confiados en que hubiera una gasolinera justo antes de la frontera dejamos pasar las anteriores y sin obras ni retenciones nos plantamos en Holanda, tampoco había gasolinera. Nos tocó pagar 20cts más por litro.
Llegamos al puerto fluvial de Maastricht y no había plazas disponibles en el área de autocaravanas. Atravesando la ciudad llegamos a otro área, muy cerca ya de la frontera belga, allí si había alguna plaza y nos instalamos. A pesar de ser de pago, el agua y la electricidad se pagan aparte (50cts. por 50 litros de agua) En Holanda se paga más por todo, incluso en las gasolineras de la autopista se pagan 50cts. por usar los servicios aunque se haya repostado carburante.

El 7 de julio nos fuimos a conocer Maastricht, el billete del autobús costó ¡¡3€!! la distancia al centro son 3km, o sea a euro el kilómetro. Vamos a la oficina de turismo, un folleto con mapa y sugerencia de recorrido 1,75€, en Holanda se paga y mucho por todo.
Visitamos alguna hermosa iglesia y las murallas.

 

Luego callejeamos más o menos siguiendo la ruta propuesta y nos asomamos al río Mosa (Maas en Holandés, el nombre de la ciudad procede del latín Mosae Trajectum (Cruce del Mosa).

En cada plaza hay terrazas abarrotadas, es una ciudad con muchísima gente en la calle. Al igual que en Münster nos sorprende que la mayoría de las iglesias son católicas.
La plaza principal (Vritjhof) está vallada porque dentro hay un gran escenario y graderías para albergar un macro espectáculo musical. En una de las terrazas que hay junto a las vallas decidimos comer, elegimos una hamburguesa recordando la de Amsterdam, nada que ver, la carne dura y seca, además resultó bastante cara. Seguimos callejeando y visitando alguna que otra iglesia (de pago) 

y acabamos sentándonos en una terraza a tomar otro decepcionante té verde. Lo último que vimos fue una antigua iglesia convertida en una inmensa librería. 

El ocho de julio iniciamos el viaje de regreso, ruta internacional, salimos de Holanda, atravesamos Bélgica y Luxemburgo y terminamos en Francia. Esta vez circulamos por la Bélgica montañosa y francófona. Los belgas en sus autopistas se comportan tan amablemente como los alemanes. Había una autovía cortada por obras (aquí sí se portó bien el Google maps) y tomamos un atajo que nos hizo circular unos 30km por una carretera de doble sentido, atravesamos un pueblo con muchas gasolineras en la mano contraria, el precio de los carburantes era estupendo 1,12€/l, el mismo que luego encontramos en Luxemburgo. Aunque se podía girar a la izquierda optamos por no hacerlo y esperar a llenar el depósito en Luxemburgo, aquí la primera gasolinera estaba atestada de vehículos, pasamos de largo, repostamos en la segunda que también tenía colas pero si no lo hacíamos aquí ya nos tocaría hacerlo en Francia a 50cts/l más caro. Después de llenar el depósito de gasoil intentamos encontrar un hueco en el aparcamiento para comer, fue imposible estaba absolutamente lleno. Terminamos comiendo en un aparcamiento ya en Francia.

A media tarde llegamos al camping Navarre en Langres, es muy sencillo con plazas sin delimitar, el hombre que me atendió en la recepción era muy amable y me entendí muy bien con él en francés. Nos ofreció un par de plazas que no nos convencían mucho, le sugerimos otra que tenía sombra, como estaba bastante cerca de una caravana holandesa habló con ellos para ver si no les importaba que colocáramos a su lado, no pusieron ninguna pega y durante el tiempo que estuvimos allí fueron muy amables y mantuvimos una cordial relación con ellos, a pesar de las dificultades idiomáticas.
Salimos a dar una vuelta por el pueblo y recorrimos toda la muralla que lo rodea siguiendo el camino de ronda y disfrutando de unas preciosas vistas.




El día nueve recorrimos el interior del pueblo, al ser lunes nos encontramos muchos comercios y monumentos cerrados, solamente pudimos ver la bella catedral 


y alguna hermosa fachada renacentista. 

El pueblo parecía desierto, nada que ver con las bulliciosas poblaciones holandesas y alemanas que habíamos visitado. Regresamos a la auto, comimos sobre las dos e intentamos dormir un rato de siesta, imposible, a esa hora se pusieron a podar unos árboles y unos setos haciendo un ruido atronador. ¡Francia y sus horarios!.

A partir del día 10 carretera y más carretera. El objetivo era llegar hasta Almería para ver nuestros nietos. Hicimos cuatro etapas con un día de descanso playero en cada una y por fin el domingo día 15 por la tarde llegamos a Almería.

Casi un mes de viaje, casi 7.000km de recorrido, cinco países y muchas buenas experiencias.

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